Del pionero que sembraba al puntero que repartía planes: radiografía del modelo que convirtió la pobreza en negocio, mientras la justicia miraba para otro lado...
“Hubo un tiempo que fue hermoso y fue libre de verdad. Guardaba todos mis sueños en castillos de cristal” y se rompió el cristal justamente y es imposible recomponerlo y recomponernos. Porque como el nombre del célebre dúo -García &Mestre- bien SUI GENERIS fueron los últimos tiempos de bonanza chaqueña, o mejor dicho de “supuesta bonanza”.
¡Atención…! Históricamente el modelo chaqueño de ascenso social estaba encarnado en la figura del pionero: aquel que se adentraba en la tierra brava del monte, que desmontaba, sembraba y/o criaba ganado. El que levantaba su rancho con las propias manos y soñaba con dejarle una hectárea más a sus hijos. En paralelo, también surgían otros caminos de progreso ligados al trabajo estatal: el policía, el maestro rural, el empleado municipal. Pero con los años, la brújula social se desvió. En la provincia más pobre de Argentina, donde el empleo privado escasea y la economía formal se achica como un charco en sequía, emergió una nueva figura: el dirigente piquetero. Y con él, un nuevo régimen: la “piqueterocracia”.
Porque en el Chaco de las últimas dos décadas, el único que de verdad logró escalar socialmente, escapar de la pobreza y vivir como parte de una nueva clase alta fue el “empresario de la pobreza”, es decir, el dirigente social que supo manejar la asistencia estatal como un capital propio.
El proceso venía de lejos, pero se hizo fuerte tras la crisis del 2001, cuando el Estado Nacional —y los provinciales en particular— optaron por delegar la ejecución de la política social en los movimientos piqueteros. Lo que se presentó como una solución pragmática terminó siendo la semilla de un sistema de tercerización crónica, opaco, lleno de zonas grises. Así nacieron los “clanes piqueteros”, verdaderas organizaciones paralelas que manejaron recursos públicos con total autonomía, “construyeron” barrios con su nombre y se apropiaron de nuevas escuelas, centros de salud, cooperativas… y por supuesto, se apropiaron también de crecientes “fortunas personales”. Jujuy, Buenos Aires y el Chaco lideran el podio.
Los casos de “cártel, pala y pico” en tierra chaqueña son múltiples y, en su mayoría, tristemente conocidos: Emerenciano Sena, Tito López, Osmar “Quintín” Gómez, Carlos Barraza, los Rolón, los Cáceres… Dirigentes que llegaron desde abajo, pero que terminaron montando estructuras clientelares de poder que hasta rivalizan con las del propio Estado.
Todo esto se volvió evidente —o quizás imposible de ocultar— cuando estalló el caso Cecilia Stryzowsky, hace ya casi dos años. Muchos no alcanzamos a percatarnos en su momento, pero la desaparición y posterior femicidio de la joven no solo sacó a la luz la violencia latente en ciertos entornos de poder, sino también el nivel de impunidad con que se movían los Sena. Que Marcela Acuña haya intentado tomar una comisaría con su patota para “rescatar” a su hijo durante la primera indagatoria (cuando aún Gloria Romero buscaba con vida a su hija) fue todo un síntoma que, acostumbrados como estábamos a estos manejos, poco llamó la atención. La evidencia brutal de que en el Chaco el Estado había sido, en muchos sectores, loteado.
Cuando los porteños hablan de las "provincias feudales", generalmente tienen en mente una suerte de dictadura norcoreana donde no se mueve una mosca sin la veña del "patrón". Pero nada más lejos de la realidad, en el feudalismo histórico, el rey no gobernaba todo directamente sino que delegaba el poder en los “señores” y en condes, barones y marqueses. De la misma manera, aquí también el Estado fue fraccionado: un área para tal dirigente, un barrio para tal organización, una cooperativa para tal fundación amiga. Cada “clan” con su escudo, su estandarte, su tropa. Los piquetes y los actos políticos se llenaron de banderas con logos coloridos, siglas injunables y frases “revolucionarias”… pero el “movimiento” real era la defensa de feudos territoriales y cuotas presupuestarias.
Aquel intento de copamiento policial de Marcela Acuña no fue el único episodio de "arrebato" piqueteril. Tito López también tuvo lo suyo: apenas días antes de su detención, organizó una provocación en la Plaza 25 de Mayo, en el centro de Resistencia, desafiando abiertamente al poder judicial y a las fuerzas federales. Fue necesaria una fuerza combinada de 80 efectivos de Gendarmería, Policía Federal y Policía del Chaco para detenerlo. Poco antes, se había jactado en medios de que “jamás lo iban a tocar”.
Luego de la caída de los Sena, casi como fichas de dominó, emergieron causas de corrupción, lavado de activos, abuso sexual, venta de tierras fiscales y hasta “redes de prostitución encubiertas con planes sociales”, este último caso casi cerrado por el suicidio del principal implicado, pero con un expediente de “apellidos vip” haciendo uso sexual de las “humildes planeras”, que cuando se difunda podría resucitar hasta a Hugh Hefner ( Dueño y creador de la revista Playboy ). En síntesis, cada expediente judicial revela un capítulo de una historia aún “más grande”: la de un Estado y un poder Judicial que, por inacción o conveniencia, entregó porciones de su soberanía a estos pequeños señores feudales.
La pregunta que subyace es: ¿cómo se recompone una sociedad donde el ascenso social estuvo durante décadas mediado por la militancia piquetera o el empleo público clientelar? ¿Cómo ofrecer una alternativa real cuando el joven chaqueño ya no sueña con montar su taller, su chacra, su comercio, su pequeña empresa, sino abrir una fundación para recibir fondos de Nación?
Así como la salida del feudalismo medieval fue la centralización de las funciones a cargo del estado, la idea del nuevo Gobierno de quitar de lado a los intermediarios para asumir plenamente sus funciones, parece ir en la buena dirección. Eso sí, más funciones implica mayor responsabilidad. Y en este sentido, ¿alcanza con reemplazar a los Cáceres y los Rolón por el “Ñachek” ? ¿o debemos comenzar urgente a pensar un plan provincial “serio” de desarrollo productivo y económico?
El drama del Chaco no es solo la pobreza estructural, sino la cultura del privilegio arbitrario. El pionero que apostó por el trabajo hoy miró durante años con resignación cómo el “dirigente social” cambiaba de camioneta y construía sus lujosos quinchos. El productor que pelea con las plagas, la sequía y la presión fiscal observa impotente cómo otros se enriquecen sin sembrar una semilla.
En este contexto, no sorprende que la provincia haya terminado convertida en la más pobre del país, y tampoco que cualquier intento de “reforma profunda” despierte resistencias organizadas. Después de todo, nadie entrega su feudo sin pelea.
Los recientes arrestos, condenas y allanamientos parecen indicar que algo se está moviendo. Tal vez estemos asistiendo al principio del fin de la “piqueterocracia”, o al menos a una fase de transición. Pero el peligro mayor es que esta limpieza superficial no alcance si no se desmonta el modelo que la hizo posible.
Feudos con toga y sello. Porque claramente la feudalización” no sólo se filtró en el modelo asistencial, o en la política, los partidos y, especialmente, las intendencias. También “en la Justicia se ostentan blasones familiares, cargos hereditarios y magistraturas vitalicias”, que se encargaron de atornillarse al poder “con la misma ambición que los caciques piqueteros”, aunque, eso sí, con mayor disimulo. No olvidemos que cuando el “Foro de la Justicia Independiente” fue creado, también fue avalado, y solo como ejemplo, por “Barrios de Pie” y el “Movimiento 17 de Julio”. En realidad al igual que radicales y peronistas, también ellos -grupos piqueteros- estaban negociando una silla más en esa gran mesa del Superior Tribunal de Justicia, porque claro está: “con la justicia cómplice todo se puede hacer”. Además se sabe que el Poder Judicial es funcional al Poder Ejecutivo de turno. Es más, solo actúa por orden del “Number One”, si no … “ojos bien vendados”.
Tal vez por eso, aun cuando caen los clanes piqueteros y se allanan sus viviendas, hay algo que no termina de tambalearse del todo: la estructura de privilegios que los sostuvo. Porque en el fondo, todos —desde el cacique barrial hasta el miembro del supremo tribunal— jugaron en el mismo tablero.
Si el feudalismo chaqueño tiene los días contados, dependerá menos de cuántos jefes piqueteros vayan presos, y más de si alguna vez se toca de verdad ese otro poder, el que no corta rutas ni da conferencias, pero sí firma sentencias, nombra amigos y decide quién cae… y quién no. Porque…”Si viene bien que sigamos juntos. Haremos todo a pesar del mundo. Y no habrá penas para ninguno. Y no seremos dos, sino uno.” también Sui Generis cantó eso alguna vez…